El matrimonio es una institución que ha existido desde tiempos antiguos y que ha ido evolucionando con el paso de la historia. Hoy en día, muchas personas deciden casarse por amor, por conveniencia, por tradición o por otros motivos. Pero, ¿qué significa el matrimonio para los niños que crecen en una familia donde sus padres están casados?
El matrimonio a nivel social es un trato que garantiza la unión y la construcción de patrimonio, pero a los ojos de los niños, ver a sus padres casados y unidos le da un siguiente nivel al matrimonio. Los padres pueden explicar a sus hijos el compromiso que han adquirido en pareja y lo que significa.
Es fundamental destacar que el matrimonio conlleva una serie de responsabilidades, constituye un compromiso continuo y demanda un esfuerzo constante. Se trata de una entrega total y un proceso de construcción diario, en el cual se comparten vivencias positivas y se extraen aprendizajes de momentos adversos. Cada día implica un trabajo arduo para mejorar la relación. Por tanto, aunque la separación pueda considerarse como una opción, al decidir formar pareja con alguien, es crucial reflexionar sobre el valor de la palabra, la familia que se ha construido y la salud mental y colectiva de todos sus integrantes.
En ocasiones, dedicarse a uno mismo mientras se avanza en el proceso de sanar y construir una familia demanda un esfuerzo adicional, pero constituye una opción más favorable para otorgar un nuevo significado al valor del matrimonio y la familia.
Por qué casarse cuando se tiene hijos
Los niños que ven a sus padres casados y felices tienen una imagen positiva del amor, del respeto, de la confianza y de la fidelidad. Aprenden a valorar la estabilidad, la seguridad y el apoyo que les brinda su familia. También desarrollan una autoestima más alta, una mejor capacidad de relacionarse con los demás y una mayor adaptación a los cambios. Además, tienen menos riesgo de sufrir problemas emocionales, conductuales o académicos.
Para ilustrar estos beneficios, podemos poner algunos ejemplos:
- Un niño que ve a sus padres besarse, abrazarse o decirse palabras cariñosas aprende a expresar sus sentimientos y a recibir afecto.
- Una niña que ve a sus padres colaborar en las tareas del hogar, repartir las responsabilidades y tomar decisiones juntos aprende a cooperar, a negociar y a resolver conflictos.
- Un niño que ve a sus padres apoyarse mutuamente en los momentos difíciles, celebrar los logros y compartir los sueños aprende a ser solidario, optimista y ambicioso.
- Una niña que ve a sus padres respetar sus diferencias, aceptar sus errores y pedir perdón aprende a ser tolerante, humilde y sincera.
Por supuesto, no todos los matrimonios son perfectos ni duran para siempre. Hay casos en los que la convivencia se vuelve insostenible, el amor se acaba o surgen conflictos irreconciliables. En estas situaciones, lo mejor es buscar una solución pacífica y respetuosa, tanto para los padres como para los hijos. Los niños pueden entender que sus padres ya no se quieren o que no pueden seguir juntos, siempre y cuando se les explique con honestidad y delicadeza. Lo que no deben ver son peleas, insultos, violencia o indiferencia. Estas actitudes pueden dañar su salud mental, su autoestima y su confianza en el futuro.
El matrimonio es una decisión personal y libre que implica un compromiso con otra persona y con uno mismo. No es algo que se deba tomar a la ligera ni forzar por presiones sociales o familiares. Tampoco es algo que garantice la felicidad eterna ni que solucione todos los problemas. Es un proyecto de vida en común que requiere amor, respeto, comunicación, comprensión y esfuerzo. Y es algo que tiene un gran impacto en los hijos, tanto para bien como para mal. Por eso, antes de casarse o de divorciarse, hay que pensar bien en las consecuencias y en las alternativas. Y sobre todo, hay que pensar en lo que significa el matrimonio a los ojos de los niños.