Audio / Poscast de esta historia

Fausto era un hombre mayor que había falleció recientemente. Pero para su sorpresa, no se encontraba ni en el cielo ni en el infierno, sino en un lugar extraño, rodeado de niebla y silencio. Una figura misteriosa apareció frente a él, cubierta con una capa de plumas oscuras que brillaban con un extraño resplandor. No se podía ver su rostro, pero su voz era suave como el viento y extrañamente familiar.

La figura le explicó que estaba en un lugar entre la vida y la muerte, y que tenía una oportunidad para enmendar sus errores pasados. “¿Quieres cambiar las cosas que hiciste mal?” preguntó la figura. Fausto, quien en su corazón sabía que había cometido errores, aceptó con gratitud. “Siento que podría haber hecho las cosas mejor”, dijo con tristeza. “Recuerdo mis últimos instantes de vida en el hospital. Mis hijos no vinieron a visitarme, mi exesposa no hablaba conmigo y mis compañeros de trabajo me olvidaron. Incluso la empresa donde trabajaba me despidió cuando enfermé. Dediqué mis mejores años y juventud para su éxito y estuve realmente solo al final”.

La figura le explicó que podía volver a la vida por un corto tiempo para hacer las cosas bien esta vez, pero que debía saber que había un precio. Solo tenía una oportunidad para enmendar sus errores, y si fracasaba, nunca podría regresar. Detrás de la figura había un largo pasillo, y Fausto debía llevar una vela en sus manos para alumbrar la oscuridad. No debía permitir que la vela se apagara antes de llegar a su destino, y sabría cuándo lo hubiera logrado. Fausto no lo pensó dos veces y aceptó el desafío. “Haré lo que sea necesario”, dijo, “para rectificar mis errores y tener una vida mejor”.

La figura desapareció en la niebla y Fausto empezó a recorrer el pasillo, siempre mirando la llama de la vela y evitando hacer movimientos bruscos para que esta no se apagara. Al poco tiempo, encontró una puerta al costado del largo pasillo. La abrió y se encontró en el recuerdo de un momento específico de su vida, cuando estuvo muy ocupado con el trabajo y evitó compartir tiempo de calidad con sus hijos. El recuerdo estaba rodeado de oscuridad y lo único que lo iluminaba era la luz de la vela que Fausto llevaba en sus manos. Sin pensarlo mucho, siguió adelante.

Nuevas habitaciones aparecieron a medida que avanzaba por el pasillo. Cada habitación parecía ser más difícil que la anterior. En ellas había recuerdos de cuando ignoraba a su familia y amigos, de cuando no mostraba gratitud por las cosas que tenía y de cuando no estaba allí para las personas que lo necesitaban. Cada recuerdo lo golpeaba como un martillo, pero Fausto continuaba avanzando, aferrándose a la esperanza de que todo valdría la pena al final.

A medida que caminaba, la vela que sostenía en sus manos se consumía lentamente, haciendo que la oscuridad a su alrededor fuera cada vez más profunda. La flama parpadeaba peligrosamente, y Fausto se esforzaba por mantenerla encendida.
Aunque sentía la tentación de detenerse y reflexionar sobre los recuerdos que había encontrado, sabía que no podía permitirse distraerse demasiado. Había un objetivo claro en su mente: llegar al final del pasillo y encontrar la forma de arreglar las cosas que había hecho mal.

Fausto había perdido la noción del tiempo mientras recorría el pasillo, hasta que finalmente lo logró. Allí, con la vela casi consumida en sus manos, se encontró nuevamente con la misteriosa figura, aparentemente de regreso al mismo lugar del inicio. Pero la figura habló y le reveló la verdad: “Fausto, mientras recorrías el pasillo, has revivido los momentos cruciales de tu vida una vez más. Sin embargo, esta vez eras la voz de tu propia conciencia, y traías contigo la luz que podía iluminar las decisiones que debías tomar.

La figura prosiguió explicando: “Si te hubieras detenido en cada habitación, y hubieras usado la luz de la vela para iluminar cada momento y cambiar su destino, habrías podido transformar el curso de tu vida. Pero no fue así. El afán por llegar al final te impidió vivir plenamente cada uno de esos momentos, y volviste a cometer los mismos errores una vez más.

La figura continúo diciendo: “¡En tus manos tenías la forma de cambiarlo todo! habrías encontrado la paz que tanto buscabas. Pero tú decidiste seguir adelante, desesperado por llegar al final y asi ha sido, pero sin en realidad haber cambiado nada!“.

En ese instante, la luz de la vela se apagó y la figura se desvaneció en un susurro, dejando en el aire el eco de una advertencia: “Ya no te queda tiempo para arrepentirte”.



Moraleja:

El mensaje principal de la historia es que debemos prestar atención a cada momento y tomar decisiones conscientes que nos lleven por el camino correcto. Si ignoramos la importancia de cada momento y nos enfocamos solo en el resultado final, podemos perder la oportunidad de hacer cambios significativos en nuestra vida y arrepentirnos de ello en el futuro.

Datos adicionales

Autor: Original de Mi libro de cuentos
Edades: Recomendo para padres
Valores principales: Vivir el momento, amar la vida y la importancia de la familia