¿Qué efectos tienen en el desarrollo de los niños?

Como padres, queremos lo mejor para nuestros hijos. Queremos que crezcan sanos, felices y seguros. Queremos protegerlos de los peligros y las dificultades que puedan encontrar en la vida. Pero ¿dónde está el límite entre la protección y la sobreprotección? ¿Cómo podemos saber si estamos ayudando o perjudicando a nuestros hijos con nuestra actitud?

La protección es una forma de cuidado y amor que implica ofrecer a los hijos un entorno seguro, estable y afectivo, donde puedan desarrollar sus potencialidades y aprender a enfrentarse a los retos que se les presenten. La protección implica respetar la autonomía y la individualidad de los hijos, así como sus gustos, intereses y opiniones. La protección también implica poner límites y normas claras, coherentes y flexibles, que les ayuden a regular su conducta y a convivir con los demás.

La sobreprotección, en cambio, es una forma de cuidado excesivo y desadaptativo que implica intervenir constantemente en la vida de los hijos, sin dejarles espacio para que experimenten, se equivoquen y aprendan de sus errores. La sobreprotección implica resolverles todos los problemas, anticiparse a sus necesidades y evitarles cualquier frustración o dificultad. La sobreprotección también implica controlar y dirigir sus decisiones, sin tener en cuenta sus deseos o preferencias. La sobreprotección también implica ser demasiado permisivos o indulgentes, sin poner límites ni exigencias adecuadas.

¿Qué consecuencias tiene la sobreprotección en el desarrollo de los niños?

La sobreprotección puede tener efectos negativos en el desarrollo de los niños, tanto a nivel psicológico, como emocional y social. Algunas de estas consecuencias son:

  • Baja autoestima: Los niños sobreprotegidos pueden sentirse inseguros e incapaces de valerse por sí mismos. Al no tener oportunidades de demostrar su competencia y su valía, pueden desarrollar una imagen negativa de sí mismos y una falta de confianza en sus capacidades.
  • Dependencia: Los niños sobreprotegidos pueden volverse dependientes de sus padres o cuidadores, al no haber desarrollado habilidades para afrontar las situaciones por su cuenta. Al no tener autonomía ni iniciativa propia, pueden necesitar constantemente la ayuda o la aprobación de los adultos para hacer cualquier cosa.
  • Ansiedad: Los niños sobreprotegidos pueden experimentar ansiedad ante las situaciones nuevas o desconocidas, al no haber tenido la oportunidad de explorar el mundo y adaptarse a los cambios. Al no haber aprendido a tolerar la frustración o el estrés, pueden reaccionar con miedo o angustia ante cualquier dificultad o contratiempo.
  • Inmadurez: Los niños sobreprotegidos pueden mostrar un retraso en su desarrollo cognitivo, emocional y social, al no haber tenido experiencias que les permitan madurar y crecer. Al no haber asumido responsabilidades ni compromisos acordes a su edad, pueden comportarse de forma infantil o irresponsable.
  • Agresividad: Los niños sobreprotegidos pueden manifestar conductas agresivas o rebeldes, como una forma de expresar su malestar o su deseo de libertad. Al no haber interiorizado las normas ni los valores sociales, pueden tener dificultades para respetar a los demás o para aceptar las consecuencias de sus actos.

¿Qué ejemplos hay de sobreprotección de los hijos?

  • Hacerles siempre la tarea o los deberes escolares, sin dejarles que se esfuercen o que busquen soluciones por sí mismos.
    • Porque está mal: Les impiden desarrollar su inteligencia, su creatividad y su capacidad de resolver problemas.
    • Cómo hacerlo bien: Dejarles hacer la tarea o los deberes escolares por sí mismos, ofreciéndoles nuestra ayuda solo cuando la necesiten o la pidan, y elogiando sus esfuerzos y sus logros.
  • No dejarles salir solos a jugar con otros niños o a realizar actividades extraescolares, por miedo a que les pase algo malo o a que se contagien de alguna enfermedad.
    • Porque está mal: Les impiden desarrollar su sociabilidad, su empatía y su capacidad de relacionarse con los demás..
    • Cómo hacerlo bien: Dejarles salir solos a jugar con otros niños o a realizar actividades extraescolares, siempre que sean adecuadas a su edad y a su nivel de madurez, y manteniendo una comunicación fluida y una supervisión razonable.
  • Comprarles todo lo que piden o satisfacer todos sus caprichos, sin enseñarles el valor del dinero o del esfuerzo.
    • Porque está mal: Les impiden desarrollar su responsabilidad, su autocontrol y su capacidad de tomar decisiones.
    • Cómo hacerlo bien: Enseñarles el valor del dinero o del esfuerzo, dándoles una paga semanal o mensual, y dejándoles ahorrar o gastar según sus criterios, siempre que sean razonables y respetuosos.
  • No dejarles elegir su ropa, su peinado o sus gustos musicales, imponiéndoles los nuestros o los que consideramos más adecuados.
    • Porque está mal: Les impiden desarrollar su identidad, su autoestima y su capacidad de expresarse.
    • Cómo hacerlo bien: Dejarles elegir su ropa, su peinado o sus gustos musicales, siempre que no sean ofensivos ni perjudiciales para su salud o su integridad, y respetando sus preferencias y su personalidad.
  • No dejarles expresar sus emociones o sus opiniones, reprimiéndoles o criticándoles cuando se enfadan, se entristecen o se rebelan.
    • Porque está mal: Les impiden desarrollar su emocionalidad, su sensibilidad y su capacidad de afrontar los sentimientos.
    • Cómo hacerlo bien: Dejarles expresar sus emociones o sus opiniones, escuchándoles con atención y comprensión, y ayudándoles a gestionarlas de forma positiva y constructiva.

¿Cómo podemos proteger adecuadamente a nuestros hijos sin caer en la sobreprotección?

Para proteger adecuadamente a nuestros hijos sin caer en la sobreprotección, es importante tener en cuenta algunos aspectos:

  • Ajustar nuestro nivel de protección al nivel de desarrollo y madurez de nuestros hijos, teniendo en cuenta sus capacidades, necesidades e intereses.
  • Fomentar la autonomía y la autoestima de nuestros hijos, dejándoles hacer cosas por sí mismos, reconociendo sus logros y apoyándoles en sus dificultades.
  • Establecer límites y normas claras, coherentes y flexibles, que les ayuden a regular su conducta y a convivir con los demás.
  • Promover el diálogo y la comunicación con nuestros hijos, escuchando sus opiniones, expresando nuestros sentimientos y resolviendo los conflictos de forma pacífica.
  • Ofrecer a nuestros hijos un entorno seguro, estable y afectivo, donde puedan desarrollar sus potencialidades y aprender a enfrentarse a los retos que se les presenten.

La protección y la sobreprotección son dos formas de cuidar a nuestros hijos, pero con efectos muy diferentes en su desarrollo. La protección les ayuda a crecer, mientras que la sobreprotección les limita. Como padres, debemos encontrar el equilibrio entre proteger y dejar crecer, entre cuidar y dejar ser.


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