Ser padre o madre es una de las experiencias más gratificantes y desafiantes de la vida. Implica asumir la responsabilidad de educar, cuidar y acompañar a otro ser humano en su desarrollo físico, emocional, social e intelectual. Pero también implica disfrutar, compartir y celebrar los momentos especiales que se viven en familia.

Uno de los aspectos más importantes de la crianza es la validación de los sentimientos de los hijos. Validar significa reconocer, aceptar y expresar lo que el otro siente, sin juzgarlo, minimizarlo o ignorarlo. Cuando un padre o una madre valida las emociones de su hijo o hija, le está transmitiendo un mensaje de amor, respeto y confianza.

La validación de los padres hacia sus hijos es un factor determinante en la relación padre-hijo. Cuando un padre se siente orgulloso de los logros y proezas de sus hijos por pequeñas que sean, forja y construye una relación de confianza y amor, además que brinda los cimientos necesarios a los niños para su propio autoestima. Es imperativo que los padres no se sesguen o comparen a sus hijos con otros niños.

Los niños que sienten que son insuficientes ante sus padres por cualquier razón, sea física, emocional o mental, incluso de personalidad o de actitud, se sentirán marginados no solo con ellos sino en general ante la sociedad y construirán su carácter más vacíos y carencias. Esto tiene consecuencias negativas para el desarrollo emocional y social de los niños, ya que pueden presentar problemas de autoestima, ansiedad, depresión, conductas disruptivas, dificultades de aprendizaje o aislamiento social.

Por el contrario, los niños que se sienten validados por sus padres desarrollan una mayor inteligencia emocional, es decir, la capacidad de identificar, comprender y regular sus propias emociones y las de los demás. Esto les permite tener una mejor adaptación al entorno, una mayor motivación, una mayor creatividad y unas mejores habilidades sociales.

Además, la validación favorece el vínculo afectivo entre padres e hijos, lo que facilita la comunicación, la cooperación y el apoyo mutuo. Los niños que se sienten escuchados y comprendidos por sus padres tienden a confiar más en ellos y a buscar su orientación cuando tienen problemas o dudas.

¿Cómo hacer sentir a los hijos que sus padres están orgullosos?

Existen muchas formas de hacer sentir a los hijos que sus padres están orgullosos de ellos. Algunas de ellas son:

  • Expresar verbalmente el reconocimiento y la admiración por lo que hacen o logran. Por ejemplo: “Me encanta cómo has pintado ese dibujo”, “Estoy muy orgulloso de cómo has resuelto ese conflicto”, “Te felicito por tu esfuerzo y dedicación en tus estudios”.
  • Mostrar interés y curiosidad por sus actividades, gustos e preferencias. Por ejemplo: “¿Qué tal te fue en el partido?”, “¿Qué te gusta más de ese libro?”, “¿Qué te gustaría aprender o hacer en el futuro?”.
  • Compartir tiempo de calidad con ellos, haciendo actividades que les gusten o les diviertan. Por ejemplo: jugar juntos, leer cuentos, ver una película, hacer manualidades, cocinar, etc.
  • Darles muestras de afecto físico, como abrazos, besos o caricias. Estos gestos transmiten calidez, seguridad y cercanía.
  • Respetar su individualidad y autonomía, sin imponerles expectativas o exigencias desmesuradas. Por ejemplo: dejarles elegir su ropa, su peinado o su forma de expresarse; apoyarles en sus decisiones; permitirles cometer errores y aprender de ellos; etc.
  • Involucrarles en las decisiones familiares que les afecten o les interesen. Por ejemplo: consultarles sobre el menú semanal, el plan del fin de semana o la decoración del hogar.
  • Ser un modelo positivo para ellos, mostrando coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Por ejemplo: ser honesto, responsable, respetuoso y solidario con los demás; cuidar la salud física y mental; tener hábitos de estudio y de trabajo; etc.

¿Cómo puedo expresar mi orgullo hacia mi hijo para que él lo sienta?

Además de estas formas, hay otros gestos que los hijos interpretan como validación y orgullo de sus padres, ya que no se trata solo de lo que se dice, sino también de cómo se dice, y el actuar debe respaldar las palabras.

  • Pedirles su opinión o consejo sobre algún tema que les concierna o les interese. Por ejemplo: “¿Qué te parece si hacemos una fiesta de cumpleaños para tu abuela?”, “¿Qué crees que debería hacer con este problema que tengo en el trabajo?”.
  • Reconocer sus fortalezas y cualidades, sin olvidar sus áreas de mejora. Por ejemplo: “Eres muy creativo y original, me gusta cómo inventas historias”, “Tienes un gran sentido del humor, siempre me haces reír”, “Aunque te cuesta un poco la matemática, sé que puedes mejorar con un poco de ayuda”.
  • Agradecerles su colaboración y ayuda en las tareas del hogar o en otras situaciones. Por ejemplo: “Gracias por recoger tu habitación, así me ahorras tiempo y trabajo”, “Gracias por cuidar de tu hermano mientras yo estaba ocupado”, “Gracias por acompañarme al médico, me sentí más tranquilo contigo”.
  • Felicitarles por sus avances y progresos, sin importar lo pequeños que sean. Por ejemplo: “Has mejorado mucho tu letra, se nota que has practicado”, “Has sacado una buena nota en el examen, estoy seguro de que has estudiado mucho”, “Has hecho nuevos amigos en el colegio, me alegro de que te hayas integrado bien”.
  • Animarles a perseguir sus sueños y metas, sin desanimarlos ni desalentarlos. Por ejemplo: “Me parece muy bien que quieras ser astronauta, es una profesión muy interesante”, “Te apoyo en tu decisión de estudiar música, sé que es tu pasión”, “No te rindas ante las dificultades, confío en que puedes lograr lo que te propongas”.

Ser un padre orgulloso de sus hijos es una forma de validar sus emociones y de fortalecer su desarrollo integral. Para ello, es necesario expresarles el reconocimiento, el interés y el afecto que se siente por ellos, así como respetar su individualidad y autonomía. De esta manera, se contribuye a que los hijos crezcan felices, seguros y capaces de afrontar los retos de la vida.


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