Seguramente, muchas veces hemos escuchado o dicho frases como “este niño es muy bueno“, “esta niña es muy inteligente“, “este niño es muy travieso“, “esta niña es muy tímida“, etc. Estas frases pueden parecer inocentes o incluso elogios, pero en realidad son etiquetas que clasifican a los niños según ciertos patrones o características. Y estas etiquetas, tanto las negativas como las positivas, pueden tener efectos en el desarrollo emocional de los niños.

¿Qué son las etiquetas y cómo afectan a los niños?

Las etiquetas son palabras o expresiones que usamos para describir o definir a una persona, basándonos en su comportamiento, su personalidad, su aspecto físico, sus habilidades, sus gustos, etc. Por ejemplo, cuando decimos que un niño es bueno, estamos etiquetándolo según su conducta; cuando decimos que una niña es inteligente, estamos etiquetándola según su rendimiento académico; cuando decimos que un niño es travieso, estamos etiquetándolo según su nivel de actividad; cuando decimos que una niña es tímida, estamos etiquetándola según su forma de relacionarse con los demás.

Las etiquetas pueden ser negativas o positivas, pero ambas tienen consecuencias negativas para los niños. Veamos por qué:

  1. Las etiquetas negativas pueden dañar la autoestima de los niños, haciéndoles sentir que no valen, que no son capaces, que no son queridos, que son diferentes o inferiores a los demás. Esto puede generar sentimientos de culpa, vergüenza, tristeza, frustración, rabia o miedo en los niños, que pueden afectar su salud mental y su bienestar emocional.
  2. Las etiquetas positivas pueden generar presión y expectativas en los niños, haciéndoles sentir que tienen que cumplir con ciertos estándares o criterios para ser aceptados, queridos o valorados. Esto puede generar ansiedad, estrés, perfeccionismo o dependencia en los niños, que pueden afectar su salud física y su autonomía personal.
  3. Las etiquetas limitan el potencial de los niños, encasillándolos en una sola dimensión o aspecto de su ser. Esto puede impedir que los niños exploren otras facetas de su personalidad, de sus intereses, de sus capacidades o de sus emociones. Esto puede restringir el desarrollo integral y armónico de los niños.
  4. Las etiquetas dificultan el cambio y la evolución de los niños, fijándolos en una imagen estática e inmutable de sí mismos. Esto puede impedir que los niños se adapten a las diferentes situaciones y circunstancias que se presentan a lo largo de su vida. Esto puede obstaculizar el crecimiento y la maduración de los niños.

¿Qué podemos hacer para evitar las etiquetas?

Como padres, madres o educadores, tenemos la responsabilidad y la oportunidad de acompañar a nuestros hijos en su proceso de desarrollo emocional. Para ello, debemos evitar usar etiquetas que puedan afectar negativamente a nuestros hijos y usar otras formas de comunicarnos con ellos que favorezcan su autoestima, su confianza, su creatividad y su diversidad. Algunas sugerencias son:

  • Usar descripciones en lugar de definiciones: En vez de decir “eres bueno“, podemos decir “has hecho algo bueno“; en vez de decir “eres inteligente“, podemos decir “has aprendido algo nuevo“; en vez de decir “eres travieso“, podemos decir “has sido muy activo“; en vez de decir “eres tímida“, podemos decir “te cuesta hablar con desconocidos“. De esta forma, reconocemos el comportamiento o la acción del niño sin generalizarlo ni atribuirlo a su persona.
  • Usar feedback constructivo en lugar de juicios: En vez de decir “eres malo“, podemos decir “eso que has hecho no está bien“; en vez de decir “eres tonto“, podemos decir “eso que has dicho no es correcto“; en vez de decir “eres vago“, podemos decir “no has hecho tu tarea“; en vez de decir “eres miedoso“, podemos decir “tienes miedo“. De esta forma, expresamos nuestra opinión o nuestra emoción sin criticar ni descalificar al niño.
  • Usar elogios específicos en lugar de genéricos: En vez de decir “eres el mejor“, podemos decir “has hecho un gran trabajo“; en vez de decir “eres un genio“, podemos decir “has resuelto un problema difícil“; en vez de decir “eres un artista“, podemos decir “has hecho un dibujo muy bonito“; en vez de decir “eres un campeón“, podemos decir “has ganado una competencia“. De esta forma, valoramos el esfuerzo o el resultado del niño sin compararlo ni exagerarlo.
  • Usar preguntas abiertas en lugar de cerradas: En vez de decir “¿te ha gustado el libro?“, podemos decir “¿qué te ha parecido el libro?“; en vez de decir “¿qué quieres ser de mayor?“, podemos decir “¿qué te gustaría hacer de mayor?“; en vez de decir “¿te portas bien en el colegio?“, podemos decir “¿cómo te sientes en el colegio?“; en vez de decir “¿te diviertes con tus amigos?“, podemos decir “¿qué haces con tus amigos?“. De esta forma, invitamos al niño a expresar sus opiniones, sus sentimientos, sus deseos o sus experiencias sin condicionarlos ni limitarlos.

Las etiquetas son formas de comunicación que pueden tener un impacto negativo en el desarrollo emocional de nuestros hijos, ya que pueden afectar su autoestima, su confianza, su potencial y su cambio. Por eso, debemos evitar usarlas y optar por otras formas de comunicación que sean más positivas, respetuosas y constructivas, que reconozcan la singularidad, la complejidad y la maravilla de cada niño. De esta forma, contribuiremos a que nuestros hijos se sientan más felices, más seguros y más libres