Imagen de un pájaro en una fuente para colorear.

Dibujo para colorear

Puedes descargar sin costo el dibujo para colorear o comprar nuestro libro completo de personajes de cuentos infantiles para niños a partir de 1 año.



Las lágrimas que sembraron el bosque

En un pueblo remoto, donde el tiempo parecía detenerse, se alzaba una fuente de piedra tallada por manos ancestrales. Sus aguas, cristalinas y frescas, brotaban con un murmullo que arrullaba a quienes se acercaban a beber. En lo más alto de la estructura, un pájaro de piedra, con las alas desplegadas en eterno gesto de emprender el vuelo, observaba el ir y venir de la vida.

Los aldeanos acudían cada mañana, sus risas mezclándose con el sonido del agua. Pero lo que más alegría le daba al pájaro eran las visitas de los animales del bosque: ciervos que inclinaban sus corvas para beber, zorros que lamían el agua con cautela, y bandadas de pájaros que se posaban en su cabeza para descansar. Sin embargo, cuando caía la noche y la plaza quedaba vacía, una tristeza lo invadía. «Si pudiera volar —pensaba—, vería más allá de estas montañas».

La tragedia del bosque

Una mañana de verano, cuando el sol comenzaba a calentar las piedras de la plaza, un olor a humo impregnó el aire. Los aldeanos corrían con cubos y gritos desesperados.

—¡Los bosques se queman! —oyó decir al pájaro.

Desde su pedestal, vio cómo lenguas de fuego devoraban los pinos centenarios. Los animales huían en estampida: jabalíes con los lomos chamuscados, búhos que volaban ciegos por el humo. El corazón de piedra del pájaro se estremeció, y entonces sintió algo insólito: una lágrima rodó por su pico de granito.

Y otra. Y otra más.

—¿Estoy… llorando? —se preguntó, mientras sus lágrimas se mezclaban con el agua de la fuente.

Pero no eran lágrimas comunes. Con cada gota que caía, su cuerpo se deshacía lentamente, como si la pena lo licuara. Las patas se volvieron agua, luego las alas, hasta que todo él fue solo un remolino en la fuente.

La metamorfosis

El sol del mediodía acarició la superficie del agua, y el pájaro, ahora líquido, sintió cómo se elevaba. Sus moléculas se desprendían, transformándose en vapor que ascendía hacia el cielo.

—¡Estoy volando! —gritó, aunque nadie pudiera oírlo.

Desde las alturas, el panorama era desolador: extensiones de tierra negra, troncos carbonizados como huesos al sol. Ni un pájaro, ni un brote verde. El viento lo empujó, y él se dejó llevar, hasta que una nube algodonosa se cruzó en su camino.

—¿Puedo unirme a ti? —preguntó la nube con voz de trueno lejano.

El pájaro-nube asintió, y en ese instante, cientos de gotas se fusionaron con él. Sintió cómo crecía, cómo su cuerpo blanco se hinchaba como un velero. Otras nubes llegaron, contándole historias de montañas azules y mares que brillaban bajo la luna.

—Nosotras pintamos el mundo —le explicó una nube anciana, de bordes plateados—. Cuando estamos llenas, lo regalamos todo a la tierra.

El regreso

Un día, el viento los arrastró de vuelta al pueblo. Desde arriba, el pájaro vio el lugar donde alguna vez estuvo su fuente. La tierra seguía negra, pero en un rincón, un piñón milagrosamente intacto esperaba bajo las cenizas.

—¡Ahora! —rugió la gran nube, y con un estruendo que sacudió el cielo, se rompió en mil gotas.

El pájaro cayó como lluvia torrencial, hundiéndose en la tierra reseca hasta alcanzar la semilla. La rodeó, la empapó, y sintió cómo algo se movía: un diminuto brote verde se abría paso hacia la luz.

Al salir el sol, el pájaro volvió a evaporarse, pero ahora su alegría era completa. Había visto el mundo, hecho amigos en las alturas y, lo más importante, ayudado a nacer un nuevo bosque.

Epílogo

Años después, cuando los pinos jóvenes ya sombreaban la plaza, los niños del pueblo jugaban junto a la fuente. A veces, al mirar al cielo, creían ver entre las nubes la silueta de un pájaro con las alas abiertas.

Y quizá, solo quizá, no se equivocaban.

FIN


Moraleja:

El cuento de “El pájaro que no quería volar” nos enseña lecciones muy bonitas y profundas sobre la empatía, la transformación y el valor de dar a los demás. Al principio, el pájaro de piedra deseaba volar y ver el mundo, pero estaba atrapado. Su deseo era personal.

La gran lección llega con la tragedia del bosque. Cuando el pájaro ve el sufrimiento de los animales y el fuego, siente una tristeza tan grande que su corazón de piedra se ablanda y llora. Esas lágrimas no son solo por él, sino por el dolor de otros. Esto nos enseña la empatía: la capacidad de sentir y entender lo que otros sienten. Es muy importante que cuando veamos a alguien triste o sufriendo, podamos sentir compasión y querer ayudar.

Gracias a su empatía, el pájaro se transforma. De piedra, pasa a ser agua, luego vapor y finalmente una nube que puede ¡volar por todo el mundo! Descubre la libertad que tanto anhelaba, pero no solo para él. Al final, vuelve al bosque quemado y se convierte en lluvia para ayudar a nacer un nuevo árbol. Esto nos muestra el valor de dar y de ser generosos. El pájaro no solo cumplió su sueño de volar, sino que usó su nueva forma para ayudar a la naturaleza y a los demás. La verdadera felicidad y el verdadero propósito a menudo se encuentran cuando usamos lo que somos y lo que tenemos para hacer el bien a los demás y al mundo que nos rodea.

Datos adicionales

Autor: María José Argüello Martinez
Edades: Recomendo a partir de 3+ años
Valores principales: Empatía, Compasión, Generosidad, Resiliencia, Transformación, Esperanza, Conexión con la naturaleza, Desprendimiento, Propósito, Libertad (alcanzada)