Imagen para colorear del cuento infantil El Príncipe y el Mendigo

Dibujo para colorear

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El encuentro fortuito

En un reino próspero, vivía un joven príncipe de carácter curioso. Un día, decidió explorar los barrios más humildes de su ciudad sin la escolta real. Mientras paseaba por callejuelas polvorientas, sus ojos se encontraron con los de un muchacho que, aunque vestido de harapos, era su vivo retrato.

—¡Qué casualidad! —exclamó el príncipe—. Nos parecemos como dos gotas de agua.
—Es cierto —asintió el mendigo, observando con envidia los ricos ropajes del noble—. Pero yo visto andrajos, mientras tú te cubres de seda. ¡Cómo me gustaría probar tus vestidos aunque fuera por un momento!

Conmovido, el príncipe se despojó de su traje de terciopelo, sus botas de cuero fino y el valioso collar de la Orden de la Serpiente, engastado con esmeraldas.

—Ahora sí que somos iguales —dijo el príncipe, ya ataviado con los harapos del mendigo.

El error que cambió dos destinos

En ese instante, la guardia real apareció buscando al príncipe. Al ver al mendigo con las ropas nobles, lo confundieron con el heredero y se lo llevaron escoltado. El verdadero príncipe corrió tras ellos, gritando:

—¡Es un error! ¡Yo soy el príncipe!

Pero nadie creyó al joven vestido de pobre. Lo tomaron por loco y lo abandonaron en las calles.

La vida en la miseria

El príncipe, ahora despojado de su identidad, vagó por la ciudad buscando trabajo. Realizó los oficios más duros: cargó sacos en el mercado, limpió establos y cavó zanjas, ganando apenas unas monedas para comer. Los años pasaron, y el joven privilegiado aprendió el peso del hambre y la injusticia.

Mientras tanto, el mendigo ocupaba el trono. Al principio, disfrutó de los lujos palaciegos, pero pronto su corazón se llenó de amargura por los años de privaciones. Gobernó con tiranía, imponiendo impuestos abusivos y enriqueciéndose a costa del pueblo.

La guerra y la revelación

Cuando estalló la guerra con el reino vecino, el príncipe, movido por el amor a su patria, se alistó como soldado raso. En plena batalla, advirtió al general:

—¡Las tropas están mal dispuestas! Mi padre, el difunto rey, jamás habría cometido este error.
—¿Cómo sabes tanto de estrategia? —preguntó el general, sorprendido.
—Porque él mismo me enseñó. Era mi padre.

Esa noche, el anciano rey murió, y el mendigo fue coronado. Pero el general, intrigado, buscó al soldado y lo encontró junto a un arroyo, curándose una herida. Al ver tres marcas rojas en su cuello —las mismas que tenía el príncipe al nacer—, cayó de rodillas:

—¡Tú eres el verdadero rey!

La restauración y el perdón

El general expuso la verdad ante la corte. El mendigo fue destronado, y el príncipe recuperó su lugar. En lugar de castigar al usurpador, lo condenó a trabajar como jornalero, diciendo:

—El sufrimiento te ha endurecido el corazón, pero el trabajo te redimirá.

El pueblo alababa la sabiduría y bondad de su monarca. Él, con humildad, respondía:

—Solo quien ha vivido con el pueblo puede gobernarlo con justicia.

FIN


Moraleja:

El cuento de “El Príncipe y el Mendigo” nos enseña lecciones muy valiosas sobre la empatía, la justicia y la importancia de entender a los demás. Imagina que tuvieras una vida muy cómoda y de repente tuvieras que vivir como alguien que no tiene nada. O, al revés, si no tuvieras nada y de repente tuvieras que vivir en un palacio. Esto es lo que les pasa al príncipe Eduardo y al mendigo Tom, quienes se parecen tanto que pueden intercambiar sus lugares.

La moraleja principal es que, a veces, para entender de verdad cómo se sienten las otras personas (tener empatía), tenemos que “caminar en sus zapatos” un rato. El príncipe, al vivir como un mendigo, se da cuenta de lo difícil que es la vida para los pobres y de las injusticias que sufren. Y Tom, al vivir como príncipe, aprende lo complejas y solitarias que pueden ser las responsabilidades de un rey.

Esto nos enseña que no debemos juzgar a los demás sin saber lo que les pasa. Nos ayuda a ser más comprensivos y a darnos cuenta de que cada persona tiene sus propios problemas y alegrías, sin importar si es rica o pobre. Un buen líder, o simplemente una buena persona, es alguien que se preocupa por todos y que lucha por la justicia para que la vida sea justa para todos. La verdadera grandeza no está en el poder o el dinero, sino en la bondad y en el deseo de ayudar a los demás.

Datos adicionales

Autor: Mark Twain (seudónimo de Samuel Langhorne Clemens) en 1881.
Edades: Recomendo a partir de 4+ años
Valores principales: Empatía, Justicia, Humildad, Compasión, Perseverancia, Identidad, Observación, Tolerancia, Respeto, Autenticidad.