
Dibujo para colorear
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Los Once Cisnes Salvajes
Hace muchísimos años, en un reino bañado por bosques frondosos y lagos cristalinos, vivía un rey viudo que gobernaba con sabiduría. De su matrimonio con la difunta reina, una mujer de corazón bondadoso, habían nacido once príncipes y una princesa llamada Elisa. Los hermanos, unidos por un amor inquebrantable, crecieron entre los pasillos del castillo, donde sus risas resonaban como ecos de felicidad. Aunque la pérdida de su madre había dejado un vacío en sus corazones, se consolaban mutuamente, protegiendo especialmente a Elisa, la menor y más dulce de todos.
El rey, sumido en la soledad, conoció años después a una mujer de belleza deslumbrante y modales refinados. Ignorando las advertencias de sus consejeros, que percibían algo siniestro en ella, decidió desposarla. “Ella llenará este castillo de alegría y mis hijos tendrán, por fin, una madre”, pensó el monarca con ingenuidad. Pero la nueva reina, en realidad una bruja disfrazada, solo anhelaba el poder. Desde su llegada, urdió un plan para deshacerse de los herederos legítimos.
La Traición de la Madrastra
Con artimañas y mentiras, la reina envenenó la mente del rey contra sus propios hijos. “Los príncipes conspiran contra ti”, susurraba en las noches, mientras acariciaba su barba con dedos afilados. Hasta que, una mañana, reunió a los once muchachos en los jardines del castillo.
—¡Fuera de aquí! —rugió, alzando sus brazos enguantados—. ¡No los quiero ver jamás!
Antes de que pudieran reaccionar, agitó su capa negra hacia el cielo, y un viento helado los envolvió. Sus cuerpos se contorsionaron, sus ropas se transformaron en plumas blancas, y en un instante, once cisnes salvajes con coronas de oro en la cabeza alzaron el vuelo hacia el horizonte.
—Tus hijos han huido, ingratos como son —mintió la bruja al rey, secándose falsas lágrimas—. Pero no temas, mi amor. La pequeña Elisa… necesita un entorno más humilde para crecer.
Así, la princesa fue enviada a vivir con una familia de campesinos, lejos de su hogar.
El Regreso de Elisa
Los años pasaron, y Elisa, ahora una joven de quince años, fue convocada de vuelta al castillo. La reina, al ver su belleza intacta—piel como porcelana y cabellos dorados que brillaban bajo el sol—, sintió que la ira le quemaba las entrañas.
—Ven, preciosa —dijo con voz melosa—. Tu padre desea verte. Pero primero… un baño para refrescarte.
En secreto, la bruja tomó tres sapos venenosos, los besó en sus bocas escamosas y ordenó:
—Tú nublarás su mente. Tú endurecerás su corazón. Y tú… arruinarás su rostro.
Los arrojó al agua, que se tornó verde y espesa. Pero cuando Elisa se sumergió, su pureza quebró el hechizo: los sapos se convirtieron en amapolas, y el agua recuperó su transparencia.
Furiosa, la reina embadurnó el rostro de Elisa con barro y enredó su cabello con espinas.
—¡Esta no es mi hija! —gritó el rey al verla, engañado una vez más—. ¡Llévensela!
La Búsqueda de los Hermanos Perdidos
Con el corazón destrozado, Elisa huyó al bosque. Mientras se lavaba en un arroyo, una anciana de ojos sabios se acercó.
—¿Ha visto a once príncipes? —preguntó la joven, con voz temblorosa.
—No, niña… pero cada atardecer, once cisnes con coronas de oro descienden al lago.
Esperó hasta el crepúsculo. Y entonces, entre los últimos rayos del sol, las majestuosas aves aterrizaron en la orilla. Al tocar tierra, sus plumas se desvanecieron, revelando a sus hermanos.
—¡Antonio! ¡Sebastián! —gritó Elisa, abrazándolos con lágrimas en los ojos.
—La bruja nos maldijo —explicó el mayor—. De día, somos cisnes. Solo al anochecer recuperamos nuestra forma humana.
—Los salvaré —juró ella, apretando sus manos heridas por las ortigas que ya comenzaba a recolectar.
El Sacrificio y el Silencio
Esa noche, un hada se le apareció en sueños:
—Tejerás once camisas con ortigas. Pero no podrás hablar ni reír hasta que termines… o el hechizo será eterno.
Al amanecer, Elisa se puso a trabajar. Sus dedos sangraban, pero no se detenía. Cuando sus hermanos regresaban, encontraban a su hermana en silencio, tejiendo incansablemente. Sebastián, el más joven, lloraba al ver sus heridas, y sus lágrimas—puras como el rocío—las sanaban momentáneamente.
Un día, mientras recolectaba ortigas en un claro, un grupo de cazadores la descubrió. Entre ellos estaba un joven rey, quien, cautivado por su mirada triste, la llevó a su castillo. Aunque Elisa no hablaba, él se enamoró de su bondad y se casó con ella, desafiando las sospechas de su arzobispo, que la acusaba de brujería.
La Hoguera y la Redención
La tragedia estalló cuando Elisa fue sorprendida recogiendo ortigas en el cementerio, donde tres brujas merodeaban. El arzobispo convenció al rey de su culpabilidad, y la condenaron a la hoguera.
Mientras las llamas crecían, once cisnes surcaron el cielo. Elisa, con agilidad desesperada, lanzó las camisas sobre ellos. Los príncipes recuperaron su forma humana… excepto Sebastián, cuya manga incompleta le dejó un ala en lugar del brazo izquierdo.
—¡Soy inocente! —gritó Elisa por primera vez, abrazando a su esposo—. Todo lo hice por ellos.
El rey, avergonzado por su duda, la abrazó entre lágrimas. La multitud, antes enfurecida, vitoreó: “¡Dios bendiga a la reina!”.
Y aunque Sebastián cargó para siempre con su ala de cisne, la llevó con orgullo, recordando el amor que lo había liberado.
Fin.
Moraleja:
“Los cisnes salvajes” nos enseña lecciones realmente asombrosas, especialmente sobre el amor y el sacrificio. Piensa en Elisa, la princesa de la historia. Ella amaba tanto a sus once hermanos que, cuando una reina malvada los convirtió en cisnes, Elisa no se rindió. Aunque era increíblemente difícil y doloroso, decidió hacer lo que fuera necesario para salvarlos.
La parte más importante de su viaje fue su silencio. No podía hablar, o sus hermanos nunca volverían a ser humanos. ¡Imagina lo difícil que debió ser eso! Hubo momentos en que la gente no la entendía o incluso pensaba cosas malas de ella porque no podía explicarse. Pero Elisa se mantuvo fuerte y cumplió su promesa porque su amor por sus hermanos era más grande que cualquier dificultad.
Así que, esta historia nos muestra que el amor verdadero a veces significa hacer grandes sacrificios por las personas que te importan. También nos enseña sobre la perseverancia: nunca rendirse, incluso cuando las cosas son súper difíciles y sientes ganas de abandonar. La determinación de Elisa, su coraje y su amor silencioso pero poderoso son lo que finalmente rompieron el hechizo. Nos recuerda que nuestras acciones, especialmente aquellas hechas por amor, pueden tener un poder increíble y lograr milagros.
Datos adicionales
Autor: Hans Christian Andersen (1838)
Edades: Recomendo a partir de 6+ años
Valores principales: Amor, Sacrificio, Perseverancia, Coraje, Paciencia, Devoción, Lazo fraternal, Determinación, Desinterés, Esperanza.