
Dibujo para colorear
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Cuento folclórico mexicano
Había unos señores muy ricos que tenían una hacienda donde tenían criaderos de puercos, gallinas, guajolotes, borregos y chivas. Y el coyote tenía hambre de comerse un animalito de allí, de aquella hacienda. Con el transcurso del tiempo, aquel perro se fue haciendo viejo. Así es que los dueños de aquella casa ya no querían, creo, casi ni darle de comer porque no daba buenos servicios.
Una vez, el coyote, viendo al perro en la situación en que se encontraba, le dio lástima y fue y se acercó a él, que estaba detrás de la hacienda, echado, ya tullido y, bueno, en muy mal estado.
Le saluda el coyote y le dice:
—¿Qué has hecho, amigo perro?
—¡Ay, amigo coyote! No te imaginas la vida tan triste que yo llevo. Tan buenos servicios que he dado yo en esta hacienda, y ahora me han pagado con no darme ni siquiera de comer. Yo me siento cansado. Ya mis piernas pesadas. Ya no las puedo ni mover. Ya me llegó, yo creo, el reumatismo como a los viejos. ¡Fíjate no más!
Y suspiraba aquel perro. Se le salían las lágrimas. Entonces el coyote le dice:
—Pero no te apures, que yo soy tu mejor amigo. Sabes. Vamos a hacer una cosa.
—A ver, amigo coyote. ¿Qué vamos a hacer?
Dice:
—Mira. Mañana, cuando salga la señora a darles el maíz a las gallinas y a los demás animales, me dejas llegar y voy a coger la gallina más grande que me encuentre. Y me la llevo, que al fin no la voy a… no me la voy a comer. Y tú te vas detrás de mí y yo te voy esperando. Y entonces, ya no más que ya nos ven los dueños de aquí de la casa, te la suelto y te vienes con ella. Y la sueltas ahí delante de todos, y vas a ver lo bien que te van a ver de ahí en adelante.
Bueno. Así lo hicieron. Otro día, en la mañana, se levanta la señora con un canasto de maíz regándoles allí a todos los animales. Cuando empieza el coyote muy cerquita ahí:
—¡Cacaúuu, cacaúuu!
Y luego ya dice la señora:
—¡Ese perro para nada sirvió! ¡Ya no merece ni siquiera la comida! No granjea nada. Van a verlo. Miren el coyote. Ya está amenazando, rodeando muy cerca.
Estaba diciendo eso la señora cuando pega el brinco el coyote. ¡Bueno! Es decir, que fue una cosa que junto de la señora se arrima el animal y coge la gallina más grandota que estaba allí y se va, corre y corre con ella. Entonces le dice la señora:
—No más para quedarle. Creo que ese perro ya para nada sirve. ¡Vámoslo matando! ¡Muchachos, denle un balazo! ¡Qué animal! ¡Ya para nada sirve! ¡Miren no más! ¡El coyote, lo que hizo! ¡Se llevó mi gallina más grandota, más consentida!
Y el perro, como podía, arrastrándose, débil, sin comer y tan tullido como estaba ya. ¡Bueno! A poco correr, el coyote le suelta la gallina. Entonces se regresa el perro con ella y se la suelta allí al ama de la casa, allí junto de ella. Así es que en ese momento pegaron un grito todos:
—¡Miren el perro viejo, el que ya no granjea ni la comida! ¡No más para que vean! ¡Pobrecito! Es que tiene hambre y no hay ya cómo granjearlo.
Entonces llega el patrón y dice:
—¿Qué es lo que ha hecho el perro?
—La gallina se la quitó al coyote. ¡Mira, pobrecito!
—Den. Denle primero de comer a este perro. Denme a mí.
¡Bueno! Sucede que a esa hora fueron y le llenaron una cazuela de leche con mucha sopa. Al mediodía, su caldo, su sopa con carne. En la tarde, su merienda igual que a todos los demás.
Y entonces le dice el perro al coyote:
—Amigo coyote. No te imaginas lo bien que me ha ido. ¡Aa! ¿Con qué le…? Y le pagaré yo ese favor que tú me has hecho. No se imagina. Ya duermo. Lo que me pasaba a mí era que no tenía ya fuerzas porque no comía. Y sueño tenía. Ni podían dar ya ni nada. Pasado mañana se va a casar uno de los de aquí de, de mis patrones, y lo invito a la boda. Yo le voy a sacar mucha carne para que te traigas tu familia.
Así es que a los dos días viene el coyote con la coyota y sus coyotitos a la fiesta. Y va y se mete a un horno que estaba caído, allí cerca de la hacienda. ¡Bueno! Desde en la mañana fueron a fiesta: en grandes, muchas carnes, puercos, reses, guajolotes y gallinas. Todo eso mataban. Y mucho vino.
Pero el perro que ya iba y ya venía acarreándole al coyote y a la coyota y a toda la familia, hasta vino y carne, piezas de carne de puerco. Todo lo que se encontraba les llevaba.
Total que en la tarde fue tanto el vino que les llevó el perro a los coyotes, que ya estaban todos borrachos. Y era una gritadera. Que andaban en el baile todos los del matrimonio cuando empezaron a oír… la aulladera de los coyotes y el perro en revuelta, borrachos.
Y entonces dijeron:
—¡Bueno! ¿Ya se burla de nosotros el coyote? Vamos a buscarlos.
Se van yendo y se van encontrando el robadero de coyotes, la coyota, el padre, el coyote grande, y hasta el perro. Dijeron:
—Ora sí. Te pegamos bien en esta casa. El perro muy amigo del coyote, vámoslo matando.
Y hicieron matazón de animales allí.
FIN
Moraleja:
El cuento de “El perro y el coyote” nos enseña una lección muy importante sobre el valor del ingenio y la inteligencia, sin importar el tamaño o la edad. El coyote, aunque es más grande y fuerte, confía demasiado en su astucia y subestima al perro. La moraleja principal es que la inteligencia y el pensamiento rápido son más poderosos que la fuerza bruta o la agresión. El perro viejo, con su experiencia, sabe cómo engañar al coyote y así logra salvar su vida. Nos enseña a usar nuestra cabeza para resolver problemas y a no menospreciar a nadie, porque la sabiduría puede encontrarse en el lugar más inesperado.
Datos adicionales
Autor: Cuento folclórico mexicano (Anónimo).
Edades: Recomendo a partir de 6+ años
Valores principales: Ingenio, Astucia, Experiencia, Perspicacia, Resiliencia, Inteligencia, Humildad (la falta de ella en el coyote), Supervivencia.