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Dibujo para colorear
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El cuento: Simón el pollito rebelde
En los márgenes del extenso Bosque del Roble Viejo, donde los rayos del sol jugaban a esconderse entre las hojas de los árboles centenarios. Allí, en una casita de madera con techo de paja y ventanas adornadas con macetas de geranios, vivía Martha, una gallina joven de plumaje color canela y ojos brillantes como cuentas de ámbar.
Martha era diferente a las demás gallinas de la comunidad. Mientras sus vecinas cacareaban orgullosas mostrando sus numerosas crías, ella pasaba las mañanas recorriendo los prados cercanos con su hermoso bolso de lino azul -herencia preciada de su madre-, recolectando semillas de girasol y hierbas aromáticas. Cada noche, antes de dormir, acariciaba el bordado desgastado que decía “Para mi niña especial”, recordando las palabras de su madre: “En nuestra familia, solo un huevo nacerá. Será tu mayor alegría”.
La primavera trajo consigo el milagro. Una tarde, mientras removía una olla de sopa de maíz con hierbas, Martha sintió un cosquilleo familiar. Corrió al nido que había preparado con ramitas de sauce y plumas suaves, y allí, bajo la luz dorada del atardecer, puso un huevo perfecto: blanco como la nieve, con pequeñas motas doradas que brillaban como polvo de estrellas.
Las vecinas no tardaron en llegar con regalos: Clara trajo semillas de amapola, Gertrudis una manta tejida con lana de oveja, y hasta el viejo gallo Renato, aunque gruñón, aportó su consejo. Pero la celebración se tornó sombría cuando Petunia, la gallina más chismosa, bajó la voz:
—¡El lobo gris ha regresado! Anoche se llevó a Florencia, la gallina tejedora. Dicen que su guarida está en lo más profundo del bosque.
Martha apretó su huevo contra el pecho, sintiendo el miedo recorrer sus plumas. Desde ese día, solo salía cuando el sol estaba alto, y siempre regresaba antes de que las sombras del atardecer se extendieran por los campos.
Cuando Simón nació, era un torbellino de energía. Sus plumas amarillas brillaban como pequeños rayos de sol, y su cresta roja temblaba de emoción ante cada descubrimiento. Cada día exploraba más lejos, desafiando los gritos de su madre:
—¡Simón, no subas a esa roca!
—¡Simón, deja esos hongos!
—¡Simón, el arroyo es peligroso!
Pero el pollito, con su cresta roja temblorosa de emoción, solo veía un mundo por descubrir.
El día del conflicto comenzó con buenas intenciones. Simón encontró unos frutos escarlata cerca del bosque y, orgulloso, se los llevó a Martha.
—¡Mira, mamá! ¡Encontré un tesoro! —gritó una tarde, mostrando unos frutos escarlata que brillaban entre su pico.
El grito de Martha resonó en el prado:
—¡Son bayas del sueño profundo! ¡Un solo bocado puede dormir a un buey por tres días!
Guardó las bayas en su bolso azul, pero Simón, herido en su orgullo, respondió:
—¡Solo quería ayudarte! ¡Nunca me dejas hacer nada!
Esa noche, Martha no regresó. Simón esperó junto a la ventana hasta el amanecer, cuando encontró el cartel que lo confirmó: el lobo la había raptado.
Inmediatamente Simón comprendió el por qué ella lo cuidaba tanto al punto de sobreprotegerlo. Entonces volvió a la casa de sus vecinos a pedir ayuda para rescatar a su madre de las garras del lobo, pero tanto gallinas como gallos se negaron a hacerlo, explicándole que el lobo era feroz y que seguro podía hacerle daño a cualquiera de ellos al atreverse a retarlo, que nadie que hubiera ido a su guarida ha vuelto con vida.
—Nadie desafía al lobo y vive —dijo el gallo Renato, evitando su mirada.
Con el corazón latiendo fuerte, Simón se adentró en el bosque. Las ramas le arañaban el plumaje, pero siguió adelante, guiado por el rastro de semillas que Martha había dejado caer.
La guarida del lobo era una cueva oscura que olía a tierra húmeda y huesos viejos. Desde su escondite entre las sombras, Simón vio al temible lobo gris, enorme como una tormenta de invierno, revisar con ojos hambrientos la jaula de hierro oxidado donde Martha yacía, cansada pero viva.
El plan surgió de su ingenio travieso. Esperó pacientemente a que el lobo saliera a su ronda de inspección, entonces se coló silenciosamente como solo un pollito pequeño podría hacerlo.
Martha abrazó a su hijo con alegría y asombro, pero aún asi seguía temerosa de que regresara el lobo. Ella le explicó que el lobo tenía la llave de la jaula colgada en su cuello y que sería imposible arrebatársela. Entonces, Simón pensó por un momento y le dijo:
—Confía en mí —respondió Simón, viendo el bolso de su madre en un rincón, donde guardaba las semillas, y notó que dentro aún estaban las bayas del sueño profundo.
Colocó las bayas en un plato de estaño. A los pocos minutos, el lobo regresó, sin percatarse de que el pollito estaba allí, entró a la cocina, vio los frutos escarlata y dijo con voz grave:
—¡Un aperitivo antes de mi banquete! Ya iba a comerte, gallina, porque tengo mucha hambre, pero voy a comerme estos frutos primero como aperitivo porque se ven deliciosos. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Y así lo hizo.
Luego, el lobo comenzó a preparar todo para cocinar a la pobre gallina. Mientras sacaba la olla donde iba a poner a hervir el agua, cayó profundamente dormido. En ese momento, Simón no perdió tiempo y corrió hacia él, buscó la llave entre su pelaje y con ella abrió el gran candado de la jaula que aprisionaba a su madre.
—¡Rápido! —dijo Martha, pero entonces vio la jaula vacía y tuvo una idea. Juntos arrastraron al lobo dormido y lo encerraron.
Con un trozo de carbón y una hoja de roble, Martha escribió:
“Señor Lobo:
Hemos decidido dejarlo aquí durante tres días y tres noches, sin comida ni agua, para que en su soledad reflexione sobre el dolor que ha causado a nuestra comunidad. Cuando regrese, usted estará demasiado débil para atacarnos, pero ese mismo día abriré esta jaula con mis propias alas.Podrá marcharse llevando consigo este mensaje: la crueldad no se combate con más crueldad.
Tal vez el mundo diga que no merece una segunda oportunidad. Pero hoy se la ofrezco, porque mi madre me enseñó que hasta el corazón más oscuro puede cambiar cuando se le muestra misericordia.
Que el rumor del río y el canto de los pájaros lo guíen lejos de aquí, hacia un lugar donde el hambre no justifique la maldad.
—Atentamente, Martha, la gallina que eligió enseñar en lugar de vengarse”
De regreso a casa, Martha miró a su pollito:
—Eres más valiente que cien gallos —dijo, acariciando su cresta.
Simón se acurrucó bajo su ala:
—Y yo aprendí que a veces las madres saben más.
El lobo cumplió su palabra. Partió hacia las montañas, y las gallinas recuperaron su paz. Pero la mayor transformación fue en Simón, cuyo nombre pasó a ser leyenda, aunque él prefería seguir siendo simplemente el pollito que descubrió que el amor da valor al corazón más pequeño.
FIN.
Flipbook del Cuento: Simón el pollito rebelde
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Moraleja:
El cuento de “Simón el pollito rebelde” nos enseña varias lecciones muy importantes. La primera es que la desobediencia puede tener consecuencias inesperadas. Simón se aleja de su madre y, aunque su intención era buena, pone a ambos en peligro. Sin embargo, la moraleja más profunda es que la valentía, la inteligencia y el ingenio pueden resolver incluso los problemas más grandes. Cuando su madre es secuestrada, Simón no se rinde. Usa su inteligencia para engañar al lobo y, con su valentía, logra rescatar a su mamá. Nos enseña que está bien tener curiosidad y ser un poco “rebelde” de vez en cuando, siempre que usemos nuestro ingenio para ser responsables y para proteger a quienes amamos.
Datos adicionales
Autor: Original de Mi libro de cuentos
Edades: Recomendo para mayores de 3 años
Valores principales: Valentía, Ingenio, Inteligencia, Desobediencia (como un motor de cambio), Afecto, Resiliencia, Comunicación, Madurez.
