
Dibujo para colorear
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Por : Jacobo y Guillermo Grimm
Hace mucho tiempo, vivía un rey que poseía un hermoso jardín justo detrás de su castillo. En ese jardín crecía un árbol que daba manzanas de oro. Cuando las manzanas comenzaban a madurar, los jardineros las contaban con esmero. Una mañana descubrieron que faltaba una y se lo informaron al rey. Este, alarmado, ordenó que cada noche uno de sus hijos hiciera guardia junto al árbol.
La primera noche, el hijo mayor fue el encargado de la vigilancia; pero el sueño lo venció y se durmió. Al amanecer, otra manzana había desaparecido. La segunda noche, el segundo hijo se ofreció a hacer guardia; sin embargo, también se quedó dormido, y al despertar, otra manzana faltaba.
Le tocó el turno al hijo menor. El rey desconfiaba de él, pues lo consideraba poco listo, pero al final accedió a que hiciera la guardia. El joven príncipe se recostó bajo el árbol y luchó contra el sueño con todas sus fuerzas. Cuando dieron las doce de la noche, escuchó un ruido en el aire. Al alzar la vista, vio a la luz de la luna un ave que resplandecía como el oro. El pájaro se posó en el árbol y, cuando ya iba a tomar una manzana, el príncipe le disparó una flecha. El ave huyó volando, pero la flecha le rozó y una de sus plumas, de oro brillante, cayó al suelo. El príncipe la recogió y, al amanecer, se la llevó a su padre.
El rey convocó a toda la corte. Al ver la pluma, todos quedaron maravillados. Valía más que todo el reino. Entonces, el rey declaró:
—Si una sola pluma vale tanto, quiero tener al pájaro entero.
El hijo mayor partió en busca del pájaro de oro. Se creía muy inteligente. Durante su viaje, se encontró con una zorra, a la que apuntó con su escopeta. La zorra le habló:
—Si no me matas, te daré un buen consejo. Esta noche llegarás a un pueblo con dos posadas: una estará iluminada, con música y baile; la otra será pobre y oscura. No entres en la alegre, sino en la fea.
—¡Tú no eres más que un animal estúpido! —respondió el príncipe, burlándose, y disparó. Erró el tiro y la zorra huyó entre los árboles.
El príncipe llegó al pueblo y, desdeñando el consejo, entró en la posada iluminada, donde cantaban y bailaban. Allí se quedó, olvidando su misión.
Pasaron los días y el príncipe no regresaba. El segundo hijo del rey fue tras el pájaro. También encontró a la zorra, quien le dio el mismo consejo. Pero también él entró en la posada alegre y se quedó con su hermano.
Finalmente, el hijo menor pidió permiso para emprender la búsqueda. El rey dudaba, pues lo consideraba torpe, pero le permitió partir.
El joven se encontró con la zorra, le apuntó, pero al oír su petición, le perdonó la vida. La zorra, agradecida, le dijo:
—Por ser bondadoso, te ayudaré. Móntate en mi rabo y llegarás antes.
Y corrieron velozmente. Al llegar al pueblo, el príncipe siguió el consejo y durmió en la posada humilde. Al día siguiente, la zorra le instruyó:
—Iremos a un palacio. Allí verás soldados dormidos. Pasa sin temor. En la sala más pequeña hallarás al pájaro en una jaula de madera; junto a él, una jaula de oro vacía. No cambies de jaula o estarás perdido.
Llegaron al palacio. Todo era como la zorra había descrito. Pero al ver el pájaro en esa fea jaula, el príncipe no resistió la tentación y lo cambió de jaula. En ese instante, el ave chilló fuertemente. Los soldados despertaron y apresaron al joven.
Al día siguiente, lo presentaron ante el rey, quien le perdonó la vida a cambio de que le trajera un caballo de oro que corría más que el viento. A cambio, le daría el pájaro.
El príncipe partió triste, sin saber qué hacer. Pero se encontró con la zorra:
—¡Ya ves por no obedecerme! Pero te ayudaré. El caballo está en un castillo. Los mozos estarán dormidos. Entra y ponle al caballo una silla vieja, no la de oro que brilla junto a él.
Llegaron. Todo estaba como la zorra dijo. Pero al ver tan majestuoso animal, el príncipe no quiso ponerle una silla vieja. En cuanto le puso la de oro, el caballo relinchó y despertó a los mozos. Fue arrestado.
El rey del castillo le perdonó si traía a la princesa del Castillo de Oro. El príncipe, cabizbajo, partió. La zorra lo encontró de nuevo y dijo:
—¡Otra vez! Pero escucha: la princesa se baña al anochecer. Acércate y bésala. Te seguirá. Pero no la dejes despedirse de sus padres.
Así lo hizo el príncipe, pero la princesa lloró tanto que él cedió. Cuando ella fue a despedirse, su padre despertó y lo arrestaron. El rey le dijo:
—Te perdono si quitas la montaña que me tapa la vista en ocho días.
El príncipe trabajó sin cesar. Al séptimo día, desesperado, recibió la ayuda de la zorra. Al amanecer, la montaña había desaparecido. El rey, obligado, dejó marchar al joven con su hija.
La zorra le dio instrucciones para recuperar el caballo y el pájaro. Todo salió perfecto. Ya con la princesa, el caballo y el pájaro, la zorra pidió su recompensa:
—Mátame y córtame la cabeza y las patas.
El príncipe se negó. Entonces, la zorra se despidió y le dio un último consejo:
—No compres carne de ahorcado, ni te sientes junto a un pozo.
Al llegar al pueblo donde estaban sus hermanos, vio que iban a ser ahorcados. Pagó por ellos y los salvó. En el bosque, se sentaron junto a un pozo y, al descuidarse, sus hermanos lo empujaron y se apropiaron del caballo, el pájaro y la princesa.
Presentaron todo al rey, pero ni el caballo comía, ni el pájaro cantaba, ni la princesa reía. El príncipe menor, que había caído sobre musgo, no murió. La zorra lo rescató con su rabo y lo advirtió de los peligros.
Vestido como pobre, el príncipe entró al palacio. En cuanto llegó, el caballo comió, el pájaro cantó y la princesa sonrió. La verdad salió a la luz. Los hermanos fueron castigados y el joven se casó con la princesa.
Un día, en el bosque, la zorra se despidió definitivamente:
—Ahora puedes salvarme. Mátame y libérame.
El príncipe obedeció. Y la zorra se transformó en un apuesto joven: era el hermano de la princesa, hechizado por un mago. Desde entonces, todos vivieron felices.
Moraleja:
Este cuento nos enseña que hacer el bien, aunque cueste, siempre trae una recompensa. El joven protagonista no era el más fuerte ni el favorito del rey, pero sí el más amable, paciente y honesto. Gracias a su buen corazón y a que escuchó los consejos sabios, logró cosas maravillosas. A veces, los demás pueden burlarse o no creer en nosotros, pero si actuamos con bondad y confianza, como el joven del cuento, al final descubriremos que el esfuerzo, la sinceridad y el amor por lo justo nos hacen brillar como el Pájaro de Oro.
Datos adicionales
Autor: los Hermanos Grimm.
Edades: Recomendo a partir de 3+ años
Valores principales: Honestidad, perseverancia, valentía, obediencia, humildad, lealtad, sabiduría, justicia, confianza y esperanza