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Dibujo para colorear
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Cuento: Mi amigo el Dragón
En las profundidades del Bosque de los Susurros, donde los árboles centenarios guardaban secretos más antiguos que el propio reino, el pequeño Juan recorría los senderos musgosos en busca de leña para el invierno. El frío comenzaba a morder sus mejillas, y las sombras del atardecer se alargaban como dedos entre las ramas. Fue entonces cuando, entre las raíces retorcidas de un roble milenario, encontró algo que lo dejó sin aliento: un huevo gigante, más grande que su cabeza, cubierto de escamas doradas que brillaban incluso en la penumbra.
Juan lo recogió con cuidado, sintiendo su superficie cálida y pulsante, como si albergara un corazón latiendo en su interior. Lo envolvió en su manta y lo llevó a casa, escondiéndolo bajo su cama mientras buscaba respuestas en los libros polvorientos que su abuelo, un antiguo estudioso de criaturas mágicas, había dejado atrás.
Entre las páginas amarillentas, descubrió la verdad: era un huevo de Dragón Multicuerno, una especie que se creía extinta. Estos dragones, temidos por su aliento de fuego y su ferocidad como guardianes de las tierras sagradas, habían sido cazados hasta desaparecer. Los humanos codiciaban los tesoros ocultos en sus territorios, llenos de gemas que brillaban como estrellas bajo la luz de la luna.
El corazón de Juan latió con fuerza. Sabía que, si alguien descubría el huevo, intentarían venderlo o destruirlo. Así que, en secreto, construyó un nido de lana y cenizas calientes junto a la chimenea, donde el huevo pudiera mantenerse tibio. Pasaron semanas, y cada noche, Juan soñaba con el dragón que nacería, imaginando sus escamas brillantes y sus ojos llenos de curiosidad.
Finalmente, una madrugada, el huevo se movió. Con un crujido suave, una pequeña grieta apareció en su superficie, seguida de un sonido parecido al crepitar de las brasas. De dentro emergió un dragón diminuto, de escamas doradas y ojos color ámbar, que estornudó una pequeña chispa al ver a Juan.
—¡Eres real! —susurró el niño, extendiendo una mano temblorosa.
El dragón, en lugar de asustarse, se acurrucó en su palma, ronroneando como un gato.
Juan intentó llevarlo al bosque, esperando encontrar a su familia, pero solo encontró silencio y ramas vacías. El pequeño dragón no tenía a nadie más en el mundo.
Así comenzó su vida juntos. El dragón, al que Juan llamó Fénix por el brillo de sus escamas, resultó ser una criatura juguetona y gentil. Robaba trozos de pan recién horneado de la cocina cuando su madre no miraba, perseguía a las ovejas en círculos hasta que caían mareadas, y por las noches dormía enroscado en la chimenea, iluminando la habitación con un suave resplandor dorado.
Pero todo cambió una noche de invierno.
Un grupo de guerreros del Reino del Norte irrumpió en la granja, buscando comida y provisiones. Juan, escondido bajo la mesa, vio cómo amenazaban a sus padres con espadas brillantes. Entonces, un rugido llenó la cabaña. Fénix, que hasta entonces había sido solo una sombra traviesa, creció ante sus ojos. Sus escamas se encendieron como brasas, y de su hocico salió una llamarada que iluminó la noche. Los invasores huyeron aterrorizados, y los padres de Juan, pálidos pero ilesos, descubrieron el secreto que su hijo había guardado tanto tiempo.
—Es un Dragón Multicuerno —explicó Juan, abrazando a Fénix, cuyas alas ahora eran lo suficientemente grandes como para protegerlo—. Pero no es un monstruo. Es mi amigo.
Sus padres, con lágrimas en los ojos, aceptaron al dragón como parte de la familia.
Años después, Juan y Fénix, ahora tan grande como una casa, se presentaron ante el rey. La corte entera contuvo el aliento al ver al majestuoso dragón inclinar la cabeza en señal de respeto.
—Su Majestad —dijo Juan con firmeza—, los dragones no son enemigos. Son protectores.
El rey, impresionado por la lealtad entre el niño y la criatura, los nombró Guardianes del Reino. Juntos, patrullaron las fronteras, ahuyentando invasores y ayudando a los aldeanos. Fénix usaba su fuego para encender hogares en invierno y derretir nieve en los caminos, y Juan, montado en su lomo, se convirtió en el primer jinete de dragones en siglos.
Con el tiempo, la gente dejó de temer a los dragones. En lugar de eso, aprendieron a respetarlos, y las tierras que una vez habían sido saqueadas por la codicia florecieron de nuevo.
Juan y Fénix se convirtieron en leyenda, pero para ellos, lo más importante siempre fue algo más simple: la amistad que los unió desde aquel día en el Bosque de los Susurros, cuando un niño curioso y un huevo dorado cambiaron el destino de un reino entero.
FIN.
Flipbook del Cuento: Mi amigo el Dragón
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Moraleja:
El cuento de “Mi amigo el Dragón” nos enseña una lección muy importante sobre la amistad, la valentía y el no juzgar a los demás por su apariencia. Al principio, todos creían que el Dragón Multicuerno era un animal temible, pero Juan, con su corazón bondadoso, decide darle una oportunidad y se convierte en su mejor amigo. La moraleja principal es que la verdadera amistad no tiene barreras, ni de especies ni de apariencias. También nos muestra que la valentía no es solo para pelear, sino para proteger a los que amamos. El dragón defiende a Juan de los guerreros, y esa valentía inesperada hace que la familia de Juan lo acepte. Nos recuerda que las amistades más grandes y las aventuras más increíbles pueden venir de los lugares menos esperados.
Datos adicionales
Autor: Original de Mi libro de cuentos
Edades: Recomendo para mayores de 3 años
Valores principales: Amistad, Valentía, Lealtad, Aceptación, Coraje, Aventura, Respeto, Fidelidad.