La comparación es una forma de evaluación que consiste en establecer semejanzas y diferencias entre dos o más personas, objetos o situaciones. A veces, la comparamos para valorar nuestras capacidades, logros o características, y otras veces, la usamos para juzgar o criticar a los demás.

Sin embargo, la comparación puede tener efectos negativos cuando se aplica a los niños, especialmente si se hace de forma frecuente, injusta o desfavorable. En este artículo, te explicaré las consecuencias emocionales que la comparación genera en los niños y cómo evitar caer en esta conducta en el proceso de crianza.

¿Qué consecuencias tiene la comparación en los niños?

La comparación puede afectar el desarrollo emocional de los niños de varias maneras, dependiendo de cómo se haga y cómo se reciba. Algunas de las consecuencias más comunes son:

  • Baja autoestima: cuando los niños se sienten constantemente inferiores a otros, pueden desarrollar una imagen negativa de sí mismos y sentirse poco valiosos, inseguros o incapaces.
  • Envidia y resentimiento: cuando los niños perciben que otros reciben más atención, elogios o beneficios que ellos, pueden experimentar celos y rencor hacia esas personas, lo que dificulta la convivencia y la cooperación.
  • Competitividad excesiva: cuando los niños se obsesionan con superar a otros, pueden adoptar una actitud agresiva, egoísta o deshonesta para conseguir sus objetivos, sin importarles el bienestar ajeno.
  • Frustración y desmotivación: cuando los niños se enfrentan a expectativas irreales o inalcanzables, pueden sentirse decepcionados, angustiados o desanimados para seguir esforzándose o aprendiendo.
  • Ansiedad y depresión: cuando los niños sufren estrés crónico por la presión de la comparación, pueden desarrollar trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión, que afectan su salud mental y física.

¿Con quién se suele comparar a los niños?

Los niños pueden ser comparados con diferentes personas, pero hay dos grupos que suelen ser los más frecuentes: los hijos de otros y los hermanos.

Comparar a los niños con los hijos de otros, como vecinos, conocidos o amigos, es una forma de proyectar nuestras propias aspiraciones o frustraciones en ellos. A veces, lo hacemos para motivarlos a mejorar o a imitar conductas positivas, pero otras veces, lo hacemos para reprocharles sus defectos o carencias.

Sin embargo, esta forma de comparación suele ser injusta e inadecuada, ya que no tiene en cuenta las diferencias individuales entre los niños, como su personalidad, sus intereses, sus habilidades o sus circunstancias. Además, puede generar una rivalidad innecesaria entre ellos y dañar su autoconfianza.

Comparar a los niños con sus hermanos es una forma de expresar nuestras preferencias o descontentos con ellos. A veces, lo hacemos para fomentar la armonía o la colaboración entre ellos, pero otras veces, lo hacemos para provocar la reacción o el cambio que deseamos.

Sin embargo, esta forma de comparación suele ser cruel y perjudicial, ya que afecta la relación fraterna y el vínculo familiar. Los hermanos son las primeras personas con las que los niños aprenden a compartir, a comunicarse y a resolver conflictos. Si se sienten constantemente comparados entre ellos, pueden desarrollar sentimientos de rivalidad, hostilidad o rechazo.

¿Cómo evitar la comparación en el proceso de crianza?

La comparación es una conducta que podemos evitar si somos conscientes de sus efectos negativos y si adoptamos algunas estrategias positivas en el proceso de crianza. Algunas de ellas son:

La comparación es una conducta que debemos evitar en el proceso de crianza, ya que puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional de los niños. En su lugar, debemos adoptar estrategias positivas que favorezcan su bienestar y su crecimiento personal.